Los Dos Rostros del Poder (Parte 1 de 2)

Es quizá debido a mi afición a la filosofía política, o probablemente debido a mi amor al budismo, que mantengo una clara convicción de que prácticamente todas las cosas pueden ser percibidas desde una óptica positiva o negativa. Me parece que el enfoque que le damos a cada cosa, a cada sensación, fenómeno, o persona, depende en gran medida de nuestras vivencias y experiencias personales. Así, mientras que para algunos el café parece lo más delicioso del planeta, y evoca los mejores sentimientos de calidez; para otros, quizá algunos con una intolerancia o alergia, evoca las más desagradables experiencias y sensaciones.

Y si bien esto se puede decir de bebidas como el café. La connotación que cada uno de nosotros le da a las cosas se vuelve más diversa mientras el fenómeno adquiere mayor complejidad. ¿Que se puede decir de algo tan complejo y tan abstracto como el concepto de poder?

El poder, ha sido analizado por múltiples filósofos y estudiado por infinidad de académicos. Entorno a este concepto han emergido cientos de filosofías y se han desarrollado múltiples ciencias sociales que buscan dotar de significado y sentido a éste concepto. Es tanto lo que se ha dicho entorno al poder que una discusión más profunda de cada punto de vista se vuelve imposible en tan breve espacio; y me gustaría reservar la discusión de varias tesis para una ocasión posterior. Lo que en este momento resulta de mi interés, es analizar como en estos últimos años de participación política ha cambiado el enfoque que yo tengo del poder; y también como este cambio de perspectiva, a su vez me ha llevado a tener una imagen mental mas integral y completa del fenómeno del poder.

Si bien, los inicios de mi carrera política ocurrieron hace apenas ocho años, creo que las vivencias que hemos tenido quienes formamos parte de Nueva Alianza han profundamente cambiado la perspectiva de muchas personas. Hoy me resulta bastante ilustrativo, para entender lo que esta ocurriendo en los corazones y mentes de quienes comparten estas experiencias, el realizar una retrospectiva de como mis propios esfuerzos al frente de Alianza Joven y en el partido político Nueva Alianza, sumado a la oportunidad de haber sido legislador en la LXII Legislatura Federal, han cambiado la forma en la que yo percibo este fenómeno sutil inherente al quehacer político.

Antes que nada, resulta importante decir, que el transcurso de estos años marca también mi maduración como persona; y que también es la historia de mi desencantamiento con el poder. Entendiendo aquí el concepto de “desencantamiento” como lo define Max Weber: “la racionalización y la devaluación del misticismo presente en la sociedad moderna”. Entiendo que Weber, en todo caso se refiere a la sociedad moderna como totalidad y a su “intelectualización”; sin embargo creo que el termino encaja perfectamente con lo que estoy intentando transmitir. Tras verme inmerso profundamente en el poder (sobre todo de forma colateral), y en sus prácticas, sus formas, y sus entrañas, debo admitir que una parte de mi optimismo de joven ha muerto. He aprendido que los momentos de magia, en los que la política genuinamente es “el arte de lo posible” no son la norma, sino la excepción….y que la norma usualmente es el calculo frívolo, el miedo, y la mediocridad.

Cuando decidí comenzar a participar políticamente, a mis 24 años, formando la organización civil Alianza Joven, el enfoque que le daba al concepto de poder tenia varias características. En primer lugar, era algo que provenía directamente y exclusivamente de la gente. No se trataba de algo metafísico, sino de una hecho muy real. Para mi el poder se originaba del trabajo y el esfuerzo humano (como potencial y como realidad material). Los líderes, en este sentido, eran persona electas para poder coordinar y dirigir una parte de ese gran potencial productivo que descansaba en la gente; y yo, quizá con una visión un tanto optimista e ingenua, veía que esto ocurría en todos lados. Ocurría en el país, ocurría en el SNTE, ocurría en Nueva Alianza. En todos los estados existían individuos, jóvenes y maestros, dispuestos a entregar parte de su energía vital a un proyecto.

A partir de esa gran concentración de energía vital, se intuía la segunda característica de mi enfoque sobre el poder: el poder político era positivo, pues se relacionaba con la creación de mejores realidades. El poder era la capacidad para no solo coordinar, sino por medio de la coordinación lograr nuevas y mejores condiciones para todos los involucrados. ¿Y cuales eran aquellas condiciones que queríamos mejorar? Pues para ser franco, y tal vez con una visión muy jovial, yo quería mejorar el posicionamiento de los jóvenes en el interior del partido. Quería oportunidades para que ellos genuinamente pudieran crecer y ser impulsados a diferentes cargos de responsabilidad popular. A espacios de verdadera toma de decisión. Pero sobre todo lo que yo buscaba era fomentar el surgimiento de los lideres partidistas del mañana. Nuestro sueño era la creación de un grupo de jóvenes que tuviera no sólo la capacidad profesional, sino también la solidez moral, para llevar a Nueva Alianza al siguiente nivel.

Ese era yo y mis aspiraciones; pero también en mi entorno inmediato y en aquellos que dirigían tanto la organización sindical, como el partido Nueva Alianza, yo veía esa misma lucha por generar mejores realidades. En estas organizaciones veía una lucha incesante por la educación publica y muchas ganas por mejorar las condiciones sociales de los niños y las condiciones penosas de las escuelas. Veía también un profunda voluntad por dignificar y dotar de herramientas a todos los actores del proceso educativo: a niños, padres, y maestros. Yo observaba un sincero y genuino esfuerzo por mejorar las condiciones laborales de las maestras y maestros.

Pero más allá de mi entorno inmediato, veía también que el poder político era únicamente una de las múltiples formas del poder. La energía vital de la gente se sumaba y coordinaba desde otros espacios: sociedades mercantiles, organizaciones filantrópicas, clubs de interés, etc. Muchos de estos espacios de poder funcionaban en base a múltiples niveles en la toma de decisión (jerarquización), y la persona individual, a final de cuentas, era libre de decidir a que dedicar su energía vital.

De esta forma llegaba a la tercera característica que tenia mi enfoque del poder: el poder no era excluyente y fluía a través de todos. El poder tenia que ver con la forma en la que cada uno de nosotros utilizaba su energía vital. Fluía y se hacia presente en las relaciones complejas de nuestras interacciones diarias: de los padres hacia los hijos, del doctor hacia el paciente, del dueño de un negocio hacia sus empleados. En todos estas relaciones existían relaciones complejas de poder en las que unos disponían, dirigían, o construían sobre la energía creativa o sobre el trabajo de otros, siempre con una finalidad creativa. Era algo sutil que se movía en la sociedad y nos daba un rol y una importancia a todos. Era la razón por la cual de verdad creía que cada uno de nosotros podía aspirar a cambiar el mundo.

Las dos primeras características que yo veía en el poder provenían de las lecturas que había hecho de las obras de José Ingenieros, Eric Fromm y Gabriel Zaid. El tercer concepto provenía de las lecturas de Michael Foucoult. Con tan sólo un par de años de haberme graduado de la universidad, todos estos filósofos, y muchos otros más incluyendo a Heidegger, Kant, Rawls, y Marx; estaban claramente impactando en la forma en la que percibía el mundo político al que había ingresado. Pero más allá de esto, y como ya lo mencione, mis propias vivencias en Alianza Joven y Nueva Alianza, reflejaba este mismo paradigma . Se trataba de generar nuevas realidades en base a incentivar, empoderar, y coordinar el poder o el trabajo de muchos. Se trataba de construir un México distinto; y todos teníamos una tarea para lograrlo…

Prácticamente todas estas características que he descrito sobre mi concepto del poder permanecen intactas: sigo creyendo que el poder viene (por lo menos en parte) de la gente, que tiene un aspecto creativo y positivo, y que fluye a través de todos. Como lo dije con anterioridad, mis conceptos no cambiaron necesariamente, sino que se nutrieron y maduraron. Lo que si cambio profundamente fue el enfoque bajo el cual yo experimentaba el fenómeno del poder. En ese entonces, mis vivencias no me daban sino una visión parcial del poder. Era la perspectiva que uno obtiene cuando va montado encima de un elefante; y por lo tanto una imagen incompleta de la naturaleza de ese animal. Era una visión llena de optimismo y misticismo, en el que el esfuerzo y la energía de la gente (y de los maestros), hacían que todo sueño pareciera posible. Sin embargo, no es necesario aclarar que en esos momentos de política juvenil incipiente, no imaginaba que algunos años después mi abuela, Elba Esther Gordillo, estaría en la cárcel; y que yo, al igual que muchos cercanos y leales a ella, quedaríamos relegados del sindicato y de Nueva Alianza. Poco imaginaba yo en esos momentos de optimismo y magia, que pronto estaría conociendo el otro rostro del poder. El rostro que muchos mexicanos han visto, a veces de forma sistemática, pero que yo no había llegado a conocer en carne propia. El rostro que solo se puede apreciar cuando el poder se vuelve en tu contra.